El mundo católico celebra la elección de un nuevo Sumo Pontífice. El cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, de 69 años y originario de Chicago, ha sido elegido por los cardenales reunidos en cónclave como nuevo líder de la Iglesia Católica. A partir de hoy, adoptará el nombre de León XIV, convirtiéndose en el papa número 267 desde que Simón Pedro fue designado como cabeza de la Iglesia.
Fumata blanca a las 18:07 horas
La señal definitiva de su elección llegó a las 18:07 h (hora local), cuando una fumata blanca emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina, anunciando al mundo que la Iglesia tenía nuevo papa. Poco después, el repique de las campanas de San Pedro y la congregación de miles de fieles confirmaron la trascendencia del momento.
Presentación oficial: “Habemus Papam”
Minutos después, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunció la fórmula tradicional en latín:
“Nuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam”
(“Les anuncio con gran alegría: tenemos papa”).
Fue entonces cuando León XIV hizo su primera aparición pública como obispo de Roma, recibiendo la ovación de una multitud emocionada que llenó la Plaza de San Pedro en un ambiente de fiesta, oración y esperanza.
Una elección histórica
Con 133 cardenales electores —el 80 % nombrados por el papa saliente, Francisco— el nuevo pontífice necesitó al menos 89 votos para ser elegido. La elección se resolvió en la cuarta votación, en el segundo día de deliberaciones, reflejando un rápido consenso.
La elección de Prevost marca un hito: es el primer papa nacido en Estados Unidos y uno de los pocos pontífices no europeos de la historia. Su elección resalta la creciente representación del continente americano en la Iglesia y el peso que ha cobrado bajo el pontificado de Francisco.
Antecedentes recientes del cónclave
El papa Francisco fue elegido en 2013 en la quinta votación; su predecesor, Benedicto XVI, en la cuarta; y Juan Pablo II en 1978 necesitó ocho rondas. En el siglo XX, destacan elecciones largas como la de Pío XI, con catorce escrutinios en 1922, y la de Juan XXIII, con once en 1958.
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