Fue un religioso de la Orden de los Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra. Ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad. San Martín de Porres nos hace recordar el gran e inmenso poder de la humildad y el servicio. Es un ejemplo de cómo la grandeza de los pequeños actos cotidianos pueden cambiar nuestro entorno y llevarnos a Vida Eterna.
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