12 diciembre, 2024

 Viernes I Tiempo de Adviento 

Is 29, 17-24

Sal 26

Mt 9, 27-31


    Qué esperanzador y bellísimo panorama se nos presenta en la primera lectura. Un Dios que quiere salvar a su pueblo, ya que pronto saldrá a su encuentro: los sordos oirán, los ciegos verán, lo que se encontraba seco se convertirá en un hermoso vergel, los que se sentían en opresión serán liberados.


    Qué grande es la manera de obrar del Señor, siempre con optimismo, depositando su confianza en cada uno de nosotros. Es increíble la manera en la que Dios salva. Pero la manera de obrar del Señor no se reduce a lo que hizo hace mil quinientos años antes de Cristo, sino que Él sigue obrando de la misma manera en nuestro tiempo.


    Al reflexionar y meditar los anuncios hechos por los profetas, los leemos desde nuestra historia personal, dejándonos interpelar por ellos. Esto quiere decir que, así como Dios rescató a su pueblo en la antigüedad, también Él quiere salvarnos en estos momentos concretos en los que vivimos. Aquel programa que se inició en tiempos mesiánicos sigue siendo vigente para nosotros en el aquí y en el ahora.


    En la actualidad seguimos estando necesitados de la presencia de Dios y de la salvación que sólo Él nos puede otorgar. Es por esa razón que hacemos nuestras las palabras del Salmo y le decimos con plena confianza: “El Señor es mi luz y mi salvación”. Eso es lo que nos mantendrá con ánimos y con esperanza.


    Otra estampa preciosa que hemos contemplado es la del Evangelio. Dos ciegos que seguían a Jesús por el camino, que lo único que anhelaba su corazón era la compasión de Dios: “¡Hijo de David, compadécete de nosotros!”. Qué admirable ejemplo el de estos hombres que, a pesar de su incapacidad, no se dieron por vencidos. Inclusive se llenaron de valentía para afrontar al Señor en la intimidad del hogar.


    ¿Qué obtienen estos ciegos? Lo que buscaban: compasión. El Señor sabe lo que sufren a causa de su ceguera, y no duda en otorgarles lo que ellos quieren. Pero antes, deben pasar un interrogatorio: “¿creen que puedo hacerlo?” Esa pregunta también puede ser para nosotros, que constantemente acudimos al Señor. Jesús nos interpela para probarnos, para que le mostremos que verdaderamente creemos que Él es el único que nos puede sanar, el único que puede darnos la paz. 


    El Adviento que estamos viviendo va entrelazado de nuestra historia personal y de cómo nos pudiéramos sentir: felices, tristes, decaídos, con ánimos, etc. Hoy la Palabra de Dios nos dice que el mundo tiene remedio, que el hombre puede aún salvarse ya que Dios nos quiere liberar de toda realidad pecaminosa como en tiempos de Isaías y de Jesús.


    Aquí la pregunta sería: ¿en verdad quieres ser salvado? ¿Quieres seguir a Jesús, como los ciegos, y suplicarle su ayuda? El Adviento nos invita a abrir los ojos, a saber esperar y permanecer en una búsqueda continua del Salvador, es decir, a dejarnos salvar y salir a su encuentro.


    Que en este tiempo de Adviento también nosotros busquemos al Señor con gran deseo, ya que Él viene a abrir los ojos de nuestro corazón, a curar nuestras heridas, a devolvernos la esperanza perdida. Confiemos en Jesús, que viene para salvarnos.


Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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