12 diciembre, 2024

Cada 22 de diciembre recordamos a Santa Clotilde, la primera matriarca de la corona francesa que logró la conversión de uno de sus reyes, Clodoveo I, su esposo, gran unificador de los pueblos francos. Por ella, Francia dio el paso decisivo para constituirse como una nación cristiana. Santa Clotilde nació alrededor del año 475 en Lyon y murió en el año 545 en Tours.

Víctima de una conspiración por el poder

Según la tradición, Santa Clotilde fue hija del rey de Borgoña, Chilperico II, en tiempos en los que el Imperio romano se encontraba en decadencia. Por aquel entonces, la gran mayoría de los territorios de Europa occidental sufrían la embestida de los pueblos bárbaros, mientras otros, como Borgoña, padecían guerras intestinas o disputas por el poder.

El padre de Clotilde murió asesinado, víctima de una conspiración organizada por su tío Gundebaldo, por lo que la santa quedó recluida en su castillo. Aislada del mundo exterior, se aferró a Dios a través de la oración y se esforzó aún más por agradarle. A pesar de su encierro, Clotilde se las arregló para seguir practicando la caridad entre los más necesitados.

Una nación para Dios

Clodoveo, rey de los francos, había oído hablar de la belleza y sabiduría de Clotilde; y atraído por su fama de virtud planeó casarse con ella. Con el propósito de pedirla en matrimonio, envió un emisario en secreto, que se hizo pasar por mendigo para ser atendido. Aun cuando Clodoveo era pagano, Clotilde aceptó la propuesta, convencida de que si Dios bendecía su matrimonio ella ganaría el alma de su esposo para Él.

Las nupcias entre Clodoveo y Clotilde se realizaron sin la anuencia de Gundebaldo, pero dadas las circunstancias -Clodoveo reclamó al usurpador la liberación de Clotilde- este tuvo que asentir y dejar ir a su sobrina. Así sucedió y Clotilde pudo marcharse al lado de su esposo.

Un año después nacería el primer hijo y Clodoveo accedió a que sea bautizado, conforme al deseo de su esposa. Penosamente, poco después, el pequeño murió. Clodoveo creyó entonces que la repentina muerte de su hijo se debía a que había recibido el bautismo cristiano, y que sus dioses estaban enfadados con él. Clotilde, en cambio, aceptó lo sucedido con fe y se empeñó aún más en acercar el corazón de su esposo a Cristo. La reina no perdió la esperanza y siguió adelante a fuerza de caridad, amabilidad y oración.

Años más tarde, los pueblos germánicos invadieron territorio franco y Clodoveo tuvo que salir al frente de su ejército. En medio de una cruda batalla contra los invasores en la que la derrota parecía inminente, el rey, desesperado, clamó a Dios para que lo ayudara a expulsarlos. De acuerdo a una hermosa tradición, Clodoveo gritó: “Dios de mi esposa Clotilde, si me concedes la victoria, te ofrezco que me convertiré a tu religión”.

En contra de lo que podía esperarse, los francos lograron expulsar a los bárbaros germanos de sus tierras y Clodoveo, en honor a la promesa hecha, accedió a prepararse para recibir el bautismo. Su preceptor fue el obispo San Remigio. Así, en la Navidad del año 496, el rey se bautizó junto a su corte completa, marcando un hito en la historia de Francia, que se constituyó como nación al crisol del catolicismo.

Un pueblo dividido y una santa que ama a su familia

La historia dio un giro completo cuando en el año 511 el rey Clodoveo murió. Sus hijos y herederos quedaron entonces enfrentados por el trono. Santa Clotilde luchó porque reine la paz, pero la ambición por el poder hizo que toda la familia real quedase dividida, enfrascada en la disputa por la sucesión. Quienes terminaron liderando los bandos fueron sus dos hijos, los que pronto se declararían la guerra.

La santa no quiso tomar parte en aquella lucha fratricida y se retiró a Tours. Allí llevó una vida como de religiosa, dedicada a la oración y a las obras al servicio de los pobres, enfermos y afligidos. A Clotilde le tocó sobrellevar esta tragedia lejos de su familia, pero confiada en el Señor, pidiendo fervorosamente por la paz.

Sus hijos, Clotario y Chidelberto, mientras tanto, seguían enfrentados y una noche, cuando sus ejércitos se aprestaban para la batalla, una furiosa tormenta estalló y los combatientes tuvieron que retirarse del frente.

Aquel suceso fue tomado como un mensaje de lo alto y los hermanos se reunieron para hacer las paces. Luego, ambos se presentaron ante su madre y le prometieron dejar atrás su enemistad.

Solo unos días después de que la familia se reconcilió, Santa Clotilde murió. Clotario y Chidelberto llevaron su féretro al lado de la tumba del rey Clodoveo.

La familia, camino de santidad

La bisnieta de Santa Clotilde, Berta, se casó con San Etelberto de Kent. La hija de esta unión fue otra santa, Santa Etelburga, quien convirtió al cristianismo también a su esposo, el rey San Edwin.

Por lo que hizo como esposa, madre y reina, a Santa Clotilde se le conoce como la patrona de los huérfanos, intercesora eficaz ante las disputas familiares.

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