XV Domingo de Tiempo Ordinario
Ciclo “C”
Dt 30, 10-14
Sal 68
Col 1, 15-20
Lc 10, 25-37
El mandamiento del amor es el principal que Dios nos ha dejado, puesto que Él mismo es el Amor. Por ende, todo hombre está llamado a la caridad, no tanto hacer caridad, sino a ser caridad-Amor.
El amor es una virtud infundida por Dios, por ende, no somos nosotros los que amamos por nuestra propia cuenta, es Dios el que hace que sintiendo su amor, amemos a los demás. Así es como nosotros podemos “amar con todo el corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas, con todo el ser”.
El amar, no supera nuestras fuerzas, como dice la primera lectura, mucho menos está fuera de nuestro alcance, sino todo lo contrario: esta muy cerca de nosotros.
Cuando uno ama, puede llevar a buen término todo lo que Dios le pide en los mandamientos. Por eso, reunimos como Iglesia, “el principal mandamiento de Dios es amarlo a Él con todo el ser y el segundo amar al prójimo como a uno mismo”. Este amor se puede comparar con el signo de la Cruz: la línea vertical que es el amor a Dios y la línea horizontal, que es el amor al prójimo. Dos líneas diferentes, pero siempre unidas e inseparables.
Dios infunde su amor en nuestros corazones, para poder ser capaces de amar con el amor con que Él nos ama. Entonces el amar es un mandamiento ineludible.
Si nosotros sabemos amar, es porque somos a imagen y semejanza de Dios. La imagen de Dios está impresa en nuestra alma. Por eso el Amor no debe de limitarnos a un lazo de sangre, a los cercanos. Todo lo contrarios, a todos los que nos rodean. De ahí la parábola del buen samaritano. Este ejemplo nos recuerda que el Amor del Cristiano está por encima de toda diferencia (por los problemas que se daban entre judíos y samaritanos).
Descubramos la diferencia entre altruismo y caridad, filantropía y amor. El Cristiano debe amar, no puede hacer el bien con interés escondido o con alguna motivación impura.
La Caridad es independiente al sentimiento. Es más bien una disposición de la voluntad. Es un deseo de hacer el bien porque Dios nos ama así y desea que nosotros amemos como Él nos ama. Por ello, la caridad jamás será egoísta, sino que buscará servir al otro y complacer a Dios.
La caridad incluye a todos (como lo vemos en el Evangelio, sin hacer ninguna distinción). No podemos pasar desapercibido junto al prójimo (puesto que el prójimo vendrá a ser el más cercano), tenemos que ser caridad con y para él. Todo prójimo es aquel que Dios presenta en nuestro camino.
Amor es estar atentos a las necesidades de los demás, espirituales y materiales. Hacer todo esto por amor a Dios, porque en ellos vemos la imagen de Dios en quien necesita nuestro servicio, nuestra caridad, nuestro amor.
Abramos los ojos del corazón para aprender a amar a todo aquel que es el prójimo, puesto que en él está y habita nuestro Señor.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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