Miércoles de la X semana tiempo ordinario
I Re 18, 20-39
Sal 15
Mt 5, 17-19
En la actualidad, hay carencias en diferentes planos que afectan a la humanidad: hay pobreza, perdida de valores, personas muriendo de hambre, una juventud desorientada sobre lo que es esencial en la vida, cristianos comprometidos a dar razón de su fe, entre muchos aspectos más.
Ante este torbellino de inestabilidad en la persona, surgen muchos hombres que son capaces de engañar al hombre con manipulaciones, engaños, falsas verdades, ofrecen la solución a los problemas, ocasionando agravar la situación de aquella persona.
Igual que en tiempos del rey Ajab, la pregunta que ha hecho Elías a Israel cabe para nosotros: “¿Hasta cuándo vas a andar indecisos? Si el Señor es el verdadero Dios, síganlo”. Esta invitación de Dios sigue estando vigente en nuestro tiempo. El Señor nos invita a convertirnos en una comunidad de vida, proclamando su Nombre desde la experiencia personal que tengamos con Él, lo cual implica: seguimiento, entrega, compromiso, etc.
Desgraciadamente el hombre se va acostumbrando a la injusticia, actuando con naturalidad, como si nada pasara. No se preocupa por aquellos que están en contra de los principios fundamentales de la familia y la sociedad. Poco a poco surge una sociedad amoral, donde no le queda claro el sentido del bien y del mal (cada uno cataloga lo que es bueno y lo que es malo, según su conveniencia).
Día a día vamos llegando a una sociedad light en donde todo es valido en la medida que te de satisfacción, todo es permitido con tal de llegar a lo que tanto se desea y anhela, en donde cada quien puedo hacer lo que quiera, donde quiera y como quiera, etc. ¿Qué pasa con la sociedad? ¿Qué estamos haciendo para orientar a seguir el buen camino?
Esta sociedad que carece de valores tiene que ser formada en base de la verdad; tiene que ser cambiada a respetar lo que es correcto por naturaleza; tiene que ser orientada por aquello que es esencial en la naturaleza humana. Aunque el hombre es catalogado un animal racional, no se puede dejar dominar por sus instintos, sino que tiene que aprender a domarlos.
Por ende, esa viene a ser la invitación de Jesús este día: “Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”. Como Elías, también nosotros estamos llamados a enseñar lo que es correcto, lo que le conviene a la humanidad, cumpliendo con la ley del Señor.
El Señor siempre nos pedirá que seamos fieles a su palabra, que la ley que cumplimos es una ley basada en el amor, la cual nos lleva a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. La Iglesia tiene que convertirse en un camino seguro del hombre hacia la perfección en Dios.
Que el Señor nos conceda vivir como verdaderos profetas de su Palabra y podamos cumplir con amor e integridad todo aquello que nos pide, puesto que estamos seguros de que, siguiendo esas normas de fe, encontraremos la vida eterna.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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