Álvaro del Portillo fue un hombre fiel y un trabajador incansable al servicio de la Iglesia. En 1935 se incorporó al Opus Dei y en 1945 se ordenó sacerdote. Fue colaborador estrecho de San Josemaría y su sucesor al frente del Opus Dei. Su fidelidad y amor en los actos de la vida cotidiana distinguen a este beato y se convierte para nosotros en un modelo de santidad.
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