Martes de la XV semana Tiempo Ordinario
Is 7, 1-9
Sal 47
Mt 11, 20-24
En la vida nos iría mucho mejor si confiáramos más en Dios. Al pasar de los años, la persona humana puede depositar totalmente su confianza en el Señor y ver su mano prodigiosa obrar en sus proyectos; sucede también de manera contraria: puede ser que el corazón del hombre se vaya apartando de Dios, causando ruinas o vacíos existenciales.
El Señor, por medio de Isaías, quiere darle paz a Ajab, cuyo reino esta siendo atacado por pueblos circunvecinos. Hace la invitación al rey a tener un acto de fe, a confiar en la existencia divina. Dios se encuentra en todas partes, incluso en medio de los desafíos y de las catástrofes. Es necesario tener fe pese a las condiciones que se den: en las pruebas, en los fracasos, en los temores, etc. Esa fe es la que nos da el apoyo y aliento para dejarnos encontrar por Dios.
En medio de las adversidades que se nos presentan, debemos acoger las palabras del profeta: “Conserva la cama, no temas y que tu corazón no desfallezca”. Jesús mismo se los decía a sus discípulos: “No se turbe su corazón”. Esa tranquilidad interior procede de la confianza depositada en Él.
Por otra parte, en el Evangelio, Jesús le echa en cara a estas ciudades su indiferencia ante los signos realizados en ellas. Las personas de esas ciudades no tienen disposición, están instaladas y no quieren cambiar. No reciben el mensaje y ni acogen al mensajero.
Un signo no grato a los ojos de Dios es que los cristianos no sean acogedores: que no acojan la Palabra que ha venido a iluminar a todos los hombres. Cuántas cosas, gestos, acciones Dios sigue obrando en medio de nosotros y seguimos sin creer en Él; cuántas maravillas nos proclama por medio de su Palabra y nosotros no lo queremos escuchar; cuántas veces no ha mostrado su amor y su perdón y decidimos quedarnos con nuestros amoríos.
Si Jesús le reclamó a aquellas ciudades, ¿qué diría de nosotros el día de hoy? Estoy seguro de que nos echaría en cara nuestro conformismo, nuestra apatía por sumergirnos en los misterios de la fe, nuestra cerrazón al cumplimiento de su ley.
Ahora bien, es una buena oportunidad para volver nuestra mirada a Dios. Así como se le pidió al rey Ajab tener confianza en Él, así también se nos hace la exhortación a abandonarnos totalmente en el Señor, a acoger su Palabra y a ponerla en práctica. Nuestro Padre nos seguirá dando oportunidades de volver a su sendero: depositemos en Él nuestro amor y lealtad.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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