19 abril, 2024

 Lunes de la octava de Pascua

Hch 2, 14. 22-33

Sal 15

Mt  28, 8-15

    En ocasiones nos resulta difícil imaginar que en nuestros días hay personas que intentan detener el anuncio del Reino y que dicen que Jesucristo no resucitó. Hoy puede ser un claro ejemplo de ello cuando escuchamos: ¿dónde está Dios ahora que lo necesitamos? ¿Dónde está su mano poderosa para salvarnos? 

    Pero es Jesús quien sigue dando respuestas a esas interrogantes. Él continúa saliéndonos en nuestro camino y nos alienta con las mismas palabras que aquellas mujeres: “No tengan miedo”. Hoy, más que nunca, debemos de confiar en esas palabras del Resucitado, sabiendo que Él no nos deja solos, sino que nuestra vida ha sido unida a la de Él. 

    ¿Cómo sale Jesús a nuestro encuentro? Por la oración, en la Sagrada Escritura, en el interior del corazón, etc. A Cristo nada lo puede detener. Ni la muerte tuvo dominio sobre Él. Cristo siempre vence y nos ayudará a vencer en aquellas vicisitudes que estamos pasando. 

    Por ello, también nosotros sigamos ese ejemplo y demos testimonio de que Jesucristo está vivo. Armémonos de valor, como Pedro. No tengamos miedo del que dirán, de las consecuencias que pueda traernos el hablar de que Jesús ha vencido y que sigue venciendo en nuestros días. 

    Mostremos al mundo que somos verdaderos cristianos y que estamos dispuestos a hablar de este Cristo Resucitado y que no nos da temor portarnos como verdaderos discípulos del Maestro ante la sociedad haciendo lo que Él nos pide. ¡No tengamos miedo! El Señor está con nosotros y si Cristo está con nosotros ¿quién puede estar en nuestra contra?

Pbro. José Gerardo Moya Soto

Agregar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

Nuevos