Miércoles de la XV semana Tiempo Ordinario
Is 10, 5-7. 13-16
Sal 93
Mt 11, 25-27
Uno de los aspectos básicos en la misión de los profetas es mostrarle al pueblo que Dios es quien conduce la historia de la humanidad y no los que parecen ser los protagonistas.
Isaías pronunció varios oráculos contra naciones paganas. Hoy hemos visto un ejemplo: estas palabras van dirigidas al asirio Senaquerib, el cual pensaba que con sus ejércitos había llegado a ser todo poderoso. Pero Dios le tenía preparada una buena humillación.
La idea fundamental del texto es que Dios se sirve de personajes extranjeros para purificar a su pueblo, haciéndolo madurar: hoy utiliza a Asiria y sus ejércitos para ser la vara de castigo contra su pueblo. Más tarde se va a servir de Ciro para facilitar volver del destierro a Israel.
Nos queda claro que es evidente como Dios saca bien de lo malo. Como a través de los acontecimientos de la historia, purifica a su pueblo y le ayuda a retomar el buen camino. Todo esto debe de ser para nosotros una llamada a la fidelidad. Hay que tener nuestra confianza en Dios, puesto que Él es el autor de nuestra propia existencia.
Pero ¿cómo abandonarnos plenamente al Señor? ¿Cómo podemos dejarlo obrar en nuestra existencia? Con sencillez, con humildad. Las personas que son sencillas, que son humildes de corazón, son las que comprenden los signos de la cercanía de Dios. Los planes y proyectos de Dios, no los entienden los sabios y los poderosos, ya que ellos se encuentran demasiados llenos de sí mismos. Son los débiles, los que tienen un corazón sin complicaciones.
A lo largo de la vida de Jesús podemos constatar este hecho: cuando Él nace, lo recibieron María y José, los pastores, los magos, los ancianos Simeón y Ana. Los sabios y entendidos, las autoridades civiles y religiosas, no lo recibieron. La gente del pueblo alababa a Dios porque comprenden a Jesús, mientras que los letrados y los fariseos buscan miles de excusas para no creer y condenarlo.
Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con gozosa alegría los planes de Dios y los aceptan en su vida. La oración de los sencillos es más entrañable, llega más al corazón de Dios que todos los discursos eruditos y especializados que se puedan decir.
Nos conviene tener a todos un corazón más humilde, que nos haga recorrer el camino que conduce a la salvación. Que el Señor nos conceda la gracia de tener una actitud más sencilla, para poder descubrir en nuestra vida su mano poderosa, todos los signos y gestos que tiene a lo largo de nuestra vida.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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