Lunes de la XII semana Tiempo Ordinario
II Re 17, 5-8. 13-15. 18
Sal 59
Mt 7, 1-5
Nos seguimos situando en el contexto del Sermón de la montaña. Jesús continúa dando varias recomendaciones a sus discípulos. Hoy nos dice que no debemos de juzgar al hermano.
En la vida del hombre, por desgracia, es muy cotidiano encontrar a personas que hablan de los demás, que juzgan su manera de vivir, de pensar, de ser. Nos situamos-ponemos en un lugar que no nos corresponde: nos hacemos jueces del prójimo.
Los defectos que hay en nosotros nos cuesta trabajo poder verlos, pero no se nos dificulta nada ver las imperfecciones del otro, aún siendo estas diminutas. Es por eso que Jesús nos llama “hipócritas”. De nada nos sirve ver las carencias de los que nos rodean, si no somos conscientes de lo que estamos haciendo mal. Nos estaríamos comportando como aquel fariseo que se presento ante Dios diciendo todo lo que no era (comparándose con el publicano), pero no bajó justificado (Rf. Lc 18, 9-14).
Jesucristo no sólo nos advierte sobre nuestra manera de juzgar a los demás. Va más allá: Él no quiere que juzguemos de ninguna manera al prójimo. La comparación que emplea en el Evangelio es muy drástica, pero clara de entender: la paja en el ojo ajeno y la enorme viga que hay en el nuestro.
Por ello, el Maestro nos educa de cómo debemos de ser ante los demás: “así como juzguen los juzgarán y con la medida que midan los medirán”. Si la medida que empleo es de un rigor exagerado, nos exponemos a que se nos trate de esa manera; si la medida que aplicamos es de misericordia, también se me aplicará un trato lleno de misericordia.
Hermanos, aprendamos a ser como Jesús: Él nos enseña a ser tolerantes, a no estar criticando o juzgando a los demás (“Mujer, ¿dónde están los que te juzgan?… ¿Nadie te ha juzgado?… Tampoco yo: vete en paz y no vuelvas a pecar” (Cfr. Jn 8, 9-10). Que podamos medir con la medida de la comprensión, del amor, del perdón a nuestros hermanos, para así seguir siendo gratos a los ojos de Dios.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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