Jueves de la XVI semana Tiempo Ordinario
Jr 2, 1-3. 7-8. 12-13
Sal 35
Mt 13, 10-17
“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres” (Hb 1, 1). Así es, Dios nos ha hablado de diferentes maneras a lo largo de nuestra vida: por medio de exhortaciones, correcciones fraternas, con signos portentosos, con parábolas, con ejemplos, etc.
El profeta Jeremías, en la primera lectura de este día, describe la relación que se da entre Dios y los hombres: una relación de pareja. Los profetas hablaban en términos de amor humano cuando querían expresar cómo nos ama el Señor. Por ello, Dios será el Novio y el pueblo será la Novia.
Dios encara a su pueblo, lo confronta diciéndole: “antes me amabas más y mejor”. Y es verdad: el pueblo de Israel, una vez sacado de la esclavitud del faraón en Egipto, le era fiel, seguía el camino que le mostraba. Pero cuando entró en Canaán, se dio la infidelidad, la rebeldía, la idolatría: rechazaron a Dios como su Novio.
Esto nos puede estar sucediendo también a nosotros. Basta con echar una mirada a nuestro interior y reflexionar cómo hemos crecido o disminuido en nuestro amor al Padre. Se me viene a la mente cuando éramos niños y nos preparábamos para recibir nuestra Primera Comunión: lo hacíamos lleno de fe, entusiasmado por recibir a Jesús; queríamos ir a Misa todos los domingos para comulgar; si habíamos pecado, buscábamos inmediatamente la Confesión. ¿Cómo nos encontramos hoy? ¿No habremos cambiado ese amor tan puro e inocente por infidelidades, traiciones, idolatría, etc.?
Hoy, Jesús nos sigue hablando. Las palabras del Maestro tienen claridad y pueden ser entendidas por sus oyentes, menos para el que no las quiera entender. Sabemos bien que, en el fondo, la conducta de cada persona, su actitud de apertura es la que decidirá si quiere ver o no quiere ver. Cada uno de nosotros sabrá si quiere acoger la Palabra de Dios o la rechaza.
De Dios recibimos la fe y con sencillez intentamos responder a ese don desde nuestra vida. Nos hemos enterado del proyecto de salvación y tratamos de seguirlo o tal vez en el fondo nos resistimos a su voz, no nos interesan sus palabras: “No hay peor sordo que el que no quiera oír, ni pero ciego que no quiera ver”.
“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo Jesucristo” (Hb 1, 1-2a). Recordemos que “la Palabra de Dios es viva y eficaz” (Hb 4, 12). Aunque fue escrita hace miles de años, sigue resonando en el aquí y en el ahora. Esta palabra nos debe de interpelar. ¿Hemos descuidado nuestro primer amor? ¿Hemos sido infieles a la Alianza del Señor? ¿Escuchamos la voz de Dios que nos habla por medio de su Hijo muy amado? Hagamos una reflexión de cómo hemos respondido al llamado de Dios en nuestra vida.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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