24 abril, 2024

 La Sagrada Familia de Jesús, María y José

I S 1, 20-22. 24-28
Sal 83
I Jn 3, 1-2. 21-24
Lc 2, 41-52

 

Este domingo, el último del año, la Iglesia nos ofrece celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, compuesta por Jesús, María y José.

Ciertamente que en ninguna de las lecturas del día de hoy encontramos un discurso sobre la familia, sino que nos presenta acontecimientos de esta que vale mucho más que las palabras (como Dios se apiada de Ana y le concede tener un hijo; como María y José pasan una situación complicada al no encontrar a su hijo).

En un primer momento tenemos que Dios, siendo un ser en relación, quiso nacer y crecer en una familia humana. Es de ese modo que Él la consagró, la instituye como el camino perfecto y ordinario para manifestar su amor por los hombres.

Durante su vida en este mundo, Jesús honró, respetó y obedeció a la Virgen María y al justo San José, permaneciendo sometido a su autoridad durante todo el tiempo de su infancia. De esta manera, puso de manifiesto el valor de la familia en la educación de los hijos.

María y José introdujeron a Jesús en la vida religiosa, haciendo lo que les tocaba como padres: ofrecieron lo prescrito por la Ley y lo presentaron en el Templo, frecuentaban la sinagoga, subían a Jerusalén para celebrar las fiestas de la Pascua, etc. Con esos pocos signos que mencionan los Evangelios, nos damos cuenta de que María y José fueron formando e inculcando en su Hijo los valores hacia lo sagrado.

Ahora bien, el pasaje del Evangelio que hoy hemos meditado nos cuenta que Jesús permaneció en el Templo. Mientras sus padres regresaban a su hogar, se dieron cuenta de que el niño no iba con ellos, regresaron a Jerusalén y lo encontraron en medio de los doctores de la ley. Con ese gesto les hizo comprender que Él “debía ocuparse de las cosas de su Padre”, es decir, de la misión que Dios le ha encomendado. Este episodio nos revela la misión de la familia: acompañar a cada uno de sus integrantes en el camino para descubrir a Dios y el plan que Él ha preparado para cada uno de ellos.

Los padres de Jesús lo educaron sobre todo con su ejemplo: en ellos, Jesús conoció la belleza de la fe, el amor a Dios y a su Ley, así como las exigencias de la justicia. De ellos aprendió que en primer lugar es necesario cumplir la voluntad de Dios.

La Sagrada Familia de Nazaret viene a ser un verdadero ejemplo de toda familia cristiana que, unida en el sacramento del matrimonio, alimentada por la Palabra de Dios y la Eucaristía, está llamada a realizar la misión de ser una célula viva en medio de la sociedad y de la Iglesia, manifestando así ser un instrumento de unidad para todos.

Pidamos la intercesión de la Santísima Virgen María y la de su esposo San José sobre todas nuestras familias, de manera particular sobre aquellas que se encuentran en dificultades. Que les ayude en sus adversidades y puedan resistir los impulsos destructores de nuestro tiempo. Que Jesús, José y María nos ayuden a formar verdaderas familias cristianas y así ser, en todo el mundo, imagen viva del amor de Dios.

Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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