13 diciembre, 2024

San Norberto nació en Xanten, ciudad del condado de Cleves, alrededor del 1080, emparentado por su padre con la familia imperial alemana y con la casa de Lorena por parte de su madre. Tuvo una juventud muy poco ejemplar, incluso después de abrazar la vida religiosa y ejercer el oficio de capellán de Enrique V. Pero un aviso serio del cielo le cambió la vida.

Fue el año 1114. Iba Norberto de viaje y un relámpago lo tiró de la mula, haciéndole perder el conocimiento. Entendió el clérigo disoluto que no iba por buen camino y que era urgente cambiar su estilo de vida. Pero él era un clérigo “normal”. Se había estado comportando poco más o menos como los demás clérigos. No bastaba, por tanto, su propia conversión. Había que salir de aquella peligrosa normalidad eclesiástica para ofrecer a los fieles un ejemplo más acorde con el Evangelio. Intentó convencer a los canónigos de las catedrales, pero al no conseguirlo, vendió todos sus bienes y repartió el producto entre los pobres. Libre del lastre de sus riquezas, se dedicó a recorrer Francia y Alemania predicando su mensaje.

Era tal la fuerza de convicción que emanaba de sus palabras y de su conducta, y tal su espíritu de comprensión y concordia con que predicaba, que se ganó el respeto de todos y pronto tuvo un buen número de seguidores, con los que fundó una nueva orden religiosa, basada en una vida más rigurosa y propia de los seguidores de Cristo. Levantó su primer monasterio en Premontré (en el bosque de Coucy, cerca de Reyms, Francia), de ahí que les llamaran premonstratenses. En uno de sus viajes, se cruzó Norberto en Espira con el emperador Lotario II, quien le obligó a aceptar el arzobispado de Magdeburgo, para el que fue consagrado el 25 de julio de 1126. Desde su sede arzobispal quiso extender la reforma eclesiástica a toda la diócesis, y fue tal la resistencia y la oposición que encontró, que se agruparon los enemigos de la reforma y fueron violentamente contra él, hasta el punto que tuvo que huir para salvar la vida.

Así estaba el clero en aquella época. Mientras estuvo en Italia fue nombrado canciller imperial y cultivó la amistad del papa Inocencio II y de san Bernardo, que estimanban en mucho su prudente y sabio consejo. Pudo regresar al cabo de unos años, una vez apagados los odios que le hicieran huir. Regresado a su patria y a su diócesis, murió santamente el 6 de junio de 1134. Fue canonizado en 1582.

Los Norbertos pueden sentirse ufanos de la singularidad de su nombre, con un santo patrón que él solo recorrió todas las formas de vida, desde la nobleza, a la pobreza, desde la disipación a la virtud, de la conciliación al enfrentamiento y de todas salió con bien. Un espléndido espejo en que mirarse. ¡Felicidades!

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