Viernes I Tiempo de Adviento
Is 29, 17-24
Sal 26
Mt 9, 27-31
“¿Crees que puedo hacerlo?” ¿Crees que el Señor puede hacer aquello que tanto le pides, aquello que tanto deseas? No hay duda: el Señor puede hacerlo si creemos en Él. Sin embargo, el mismo Señor puede cambiarnos la pregunta y cuestionarnos: ¿Crees que tú puedes hacerlo? Al fin de cuentas también necesitamos creer en nosotros mismos. Aquellos hombres del Evangelio, creían que tenían la capacidad de salir al encuentro del Señor, creían que eran capaces de intercambiar unas palabras con el Salvador y se pusieron en marcha. Hicieron todo lo que estaba a su alcance para llamar la atención del Maestro y poderle decir: “compadécete de nosotros”.
La actitud de aquellos ciegos es digna de imitar. Aún con su ceguera salieron en busca de su objetivo, aún con las limitaciones físicas que tenían, se dieron la oportunidad de lograr lo que deseaban. Aquellos hombres creían en Jesús pero también creían en si mismos. Esta es una mancuerna poderosa. Ya lo decía San Agustín “el que te creo sin ti, no te salvará sin ti”.
Es necesario poner todo de nuestra parte para generar el milagro; es necesario que seamos nosotros quienes, a pesar de nuestras limitaciones económicas, intelectuales, espirituales, emocionales y psicológicas, salgamos al encuentro de lo que pareciera imposible.
Nos decía Isaías en la primera lectura que “los sordos oirán, los ciegos verán, los oprimidos se alegrarán y los pobres gozarán”. Pero esta realidad se manifestará -también dice Isaias- “cuando no haya opresores”, es decir cuando no haya -sigue diciendo- “quien trame iniquidades, quien eche la culpa, quien busque enredar a los jueces, quien hunda al justo…”.
Pareciera una tarea imposible, y quizá lo sea si no aprendemos que quien primero nos oprime somos nosotros mismos. Somos nosotros quienes nos ponemos en ocasión de pecado, somos nosotros quienes nos echamos culpas a nuestras espaldas, somos quienes nos hundimos a nosotros mismos.
Si le hemos dicho a Jesús que creemos en Él, vamos a darnos un voto de confianza a nosotros mismos también y respondamos como respondieron aquellos ciegos: “Si, Señor”. Sí, creo que puedes hacerlo, creo que puedo hacerlo, creo, Señor Jesús, que juntos podemos hacerlo.
Unamos nuestras fuerzas con las del Señor y al igual que aquellos ciegos, consigamos la luz, consigamos lo que aparenta ser imposible.
Pbro. Joaquín Alberto Romero de la Huerta
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