28 marzo, 2024

 Viernes de la octava de Pascua 


Hch 4, 1-12

Sal 117

Jn 21, 1-14



    ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.


    Cabría preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón.


    Probablemente muchas personas volvieron a una vida ordinaria después de celebrar el Triduo Pascual. No los culparía, puesto que el hombre tiende a equivocarse. Lo contemplamos en el Evangelio. Los mismos discípulos volvieron a su vida pasada (volvieron a pescar). 


    Es aquí donde Jesús sale a nuestro paso: “¿Han pescado algo?” Podríamos traducir esas palabras a nuestra vida: ¿Han ganado algo al volver a su vida pasada (de pecado)? ¿Se sienten satisfechos con lo que eran antes de haberse encontrado conmigo? Tenemos que decir: no. Ninguna persona puede estar contenta con una vida cubierta por las tinieblas del pecado.  


    Es el mismo Jesús el que nos invita de nuevo a intentarlo: “Echen las redes a la derecha y encontraran peces”. ¡Vuélvelo a intentar! ¡Vuelve a la frescura de la alegría del Resucitado! Confiemos en sus palabras; hagamos lo que Él nos diga, así obtendremos lo que buscamos. ¿Qué buscamos? ¿Qué queremos? Dios da y da en abundancia: “así lo hicieron y ya no podían jalar la red por tantos pescados”.


    Hermanos, que podamos reconocer al Señor que sale a nuestro encuentro. Que cada acción en nuestra vida nos lleve a decir como los discípulos “es el Señor” quien lo ha hecho. Que lo dejemos todo (incluso nuestra vida antigua) para ir con Él.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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