En la mañana previa al inicio del Cónclave, los cardenales electores se congregaron en la Basílica Vaticana, bajo la mirada de la Virgen María y sobre la tumba del Apóstol Pedro, para unirse en oración junto a toda la Iglesia. Siguiendo el ejemplo de los discípulos tras la ascensión de Cristo (cf. Hch 1,14), perseveran “unidos en la oración” mientras se aproxima una de las decisiones más relevantes para el futuro eclesial y humano.
Durante la homilía, se subrayó que todo el Pueblo de Dios acompaña este momento con fe, amor y esperanza. Los cardenales invocan la luz del Espíritu Santo “para que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”.
El llamado a la oración se presenta como la única actitud adecuada frente a una elección que representa “un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial”. En este sentido, se exhortó a los electores a dejar de lado cualquier interés personal y centrar su discernimiento solo en Dios y en el bien común.
El Evangelio proclamado (Jn 15,12-13) resuena como guía esencial: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. Jesús, con su gesto de lavar los pies incluso a quien lo traicionaría, enseña un amor sin exclusiones ni condiciones. Ese mismo amor debe inspirar la elección del nuevo Sucesor de Pedro.
“El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo”, recordó el celebrante, evocando a san Pablo VI y su visión de una “civilización del amor”. De los textos litúrgicos surgió también la invitación a fortalecer la comunión: entre cristianos y Cristo, entre obispos y el Papa, y entre las diversas culturas y pueblos. Se hizo un fuerte llamado a la unidad de la Iglesia, “no como uniformidad, sino como comunión profunda en la diversidad”.
Además, se recordó que el nuevo Papa no es solo un sucesor en la línea histórica, sino que cada elección representa siempre “el regreso del apóstol Pedro”. En la Capilla Sixtina, escenario de la elección, todo recuerda a los cardenales la presencia de Dios y la responsabilidad de colocar las “soberanas llaves” en las manos adecuadas, como expresó Juan Pablo II en Tríptico Romano.
Finalmente, se elevó una oración por un nuevo Pontífice “según el corazón de Dios”, capaz de “despertar las conciencias” y de guiar a una sociedad tecnológicamente avanzada, pero espiritualmente sedienta. La intercesión de la Virgen María fue invocada para que el Espíritu Santo ilumine y una a los electores en su histórica misión.
Agregar comentario