Jueves de la XV semana Tiempo Ordinario
Is 26, 7-9. 12. 16-19
Sal 101
Mt 11, 28-30
Dice una canción muy conocida por muchos: “el final se acerca ya”. El pueblo de Israel se aproxima al destierro. Seguramente su destino habría sido diferente si se hubieran mantenido fieles al Señor. Por desgracia, buscaron sus propios caminos y terminaron en la ruina.
¿Cuántas veces nos hemos parecido al pueblo de Israel? ¿Cuántas veces terminan en fracasos nuestros proyectos? Nos fiamos de nuestras propias fuerzas, confiado en mis técnicas o talentos. Parecería que hemos logrado nuestro cometido, que hemos resuelto nuestros problemas, pero terminamos fallando.
Caigamos en la cuenta de que no solamente son necesarias nuestras fuerzas, no somos nosotros quienes traemos la salvación al mundo, sino Dios. Él es el único que puede coronar nuestros esfuerzos, dedicaciones, esfuerzos; Él es quien puede convertir nuestro corazón de piedra, en uno de carne; solo Dios puede hacer lo imposible en nuestra vida: “para el hombre es imposible, más no para Dios; para Dios todo es posible” (Lc 18, 27).
El Señor sabe de nuestras debilidades, de que sin Él nada podemos hacer. Por ello, Jesucristo nos hace una invitación en el Evangelio: “vengan a mí”. Puede sucedernos que, en nuestras luchas diarias, por dejar fuera a Dios de nuestros proyectos, el cansancio se vaya presentando. Nos puede suceder que tanto esfuerzo nos vaya agotando y desanimando en nuestra vida. Es aquí donde más sentido le podemos encontrar a las palabras de Jesús: “vengan a mí”.
Recordemos que estamos llamados a ser como nuestro Maestro y seguir el estilo de vida de Jesús es exigente: lo hemos leído en el Evangelio, pero también lo hemos experimentado en nuestra vida cotidiana. Esto puede cansarnos y agobiarnos.
Pero Jesucristo se compadece de nosotros. Por ende, nos quiere ayudar. Ciertamente cargamos nuestra cruz, pero siempre con la compañía del Señor: “yo los aliviaré”. Así como el Cirineo le ayudó a llevar su cruz, Él nos ayuda en nuestras luchas y dificultades. Jesús quiere ser nuestro compañero de camino. El Señor quiere que encontremos descanso, quiere aligerar nuestras congojas, nuestra carga.
Retornemos nuestra vida al Señor; dejémonos interpelar por su palabra; hagámosle caso a Jesús, que nos dice: “vengan a mí”. Llenémonos del Amor de Dios para seguir nuestro camino hacia la santidad, sabiendo que cuando el Amor nos mueve, toda carga se vuelve ligera.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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