21 enero, 2025

Miércoles de la  XXXIII semana Tiempo Ordinario

II M 7, 1. 20-31
Sal 16
Lc 19, 11-28

El día de ayer era un anciano, Eleazar, el que nos proporcionaba un sorprendente testimonio de certeza y fidelidad. El día de hoy es una madre, con sus siete hijos, los que nos asombran con su valentía y perseverancia en el Señor.

El Rey Antíoco ha desatado una gran persecución contra los judíos, tratado de seducir a los israelitas, por medio de halagos y amenazas, a que se cambien a la religión (que es pagana), olvidándose completamente de la Alianza que han establecido con Dios.

Muchos se resistieron, pero qué admirable y digno de recuerdo es lo que hoy hemos contemplado en la primera lectura: una madre que ve morir a sus siete hijos, soportando con entereza el sufrimiento, pero sobre todo, confiando en el Señor. Una vez más nos damos cuenta de que lo principal no está en la fuerza de voluntad por no comer la carne prohibida, sino más bien el que se hayan mantenido fieles a la Alianza establecida por Dios.

Son estupendas las palabras que esta valiente mujer dedica a sus hijos, exhortándolos y pidiendo que se mantengan firmes en el Señor, que confíen en su misericordia, sabiendo que Él les dará en recompensa vida en abundancia: “Él, con su gran misericordia, les devolverá el aliento y la vida”.

Probablemente a nosotros no se nos presentará una ocasión como esta para dar testimonio de nuestra fe, pero a veces será necesario mostrarnos con una conducta perseverante, fiel al Señor, resistiendo los embates y seducciones del maligno. Hoy en día necesitamos vivir un heroísmo que nos haga permanecer fieles al Señor, de vivir de acorde a sus mandamientos y enseñanzas.

Y es que mantenernos fieles y constantes al Señor no es cosa sencilla. Con frecuencia, las tentaciones nos hacen caer, apartándonos de nuestro deseo de permanecer en el camino del bien. Es tan fuerte el poder del Tentador, que la inmensa mayoría termina por sucumbir a sus encantos.

Sin embargo, aún con la fragilidad que pueda habitar en nuestro corazón, es importante estar preparados, atentos. Es cierto, nadie de nosotros conoce con exactitud el día en que el Señor volverá. Por ello, ante su retorno, el hombre tiene que trabajar todo lo que se le ha confiado. No importa si obtendrás diez o cinco monedas con la que se te confió. Lo que verdaderamente importa es no guardarla, ponerla a trabajar, para que genere algo a cambio.

Aquello talentos que Dios ha depositado en cada uno de nosotros (la vida, la salud, la inteligencia, algún talento para el arte, los dotes para el trabajo, la agilidad para los deportes, etc.), los tenemos que poner a trabajar, ya que no somos dueños, sino administradores de ellos.

Al final de nuestra vida se nos pedirá cuenta de todo lo que hemos recibido. ¿Qué estamos haciendo con los talentos que se nos ha confiado? ¿Cómo hemos administrado nuestra fe? ¿Cómo he trabajado con las virtudes que el Señor ha puesto en mi persona? ¿Qué fruto estoy sacando de ellos? Ojalá que nos mantengamos fieles al Señor, para que al final todos podamos escuchar: “Muy bien, siervo bueno y fiel, entra a gozar de la alegría de tu Señor”.

Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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