27 julio, 2024

 IV Domingo de Adviento Ciclo “A”


Is 7, 10-14

Sal 23

Rm 1, 1-7

Mt 1, 18-24


    Nos encontramos en el último domingo de Adviento, a unos cuantos días de celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios. Por ello, sigamos preparándonos para vivir con plenitud el misterio del Amor encarnado. 


    Este fin de semana, se nos presenta un aspecto fundamental en la vida del creyente: la fe. Por ello, Isaías y San José nos mostraran el camino a seguir en esta virtud teologal.


    En la primera lectura, al contemplar al Rey Ajaz presionado para asociarse a otros reyes y salir al combate ante otra nación, busca el consejo del sabio Isaías. Por ello, Isaías le invita a tener fe y tranquilidad, puesto que, en medio de las dificultades, es fundamental confiar en Dios. 


    Aunque la fe de Ajaz no es tan grande (puesto que él pesaba que Dios no tenía nada que hacer en esta circunstancia), no quiere tentar al Señor su Dios. A este hecho, Dios responde ofreciendo un signo: un niño, nacido de una mujer, el cual será llamado “Dios-con-nosotros”. Ciertamente es un pequeño signo, un infante, pero no olvidemos que, de ese pequeño signo, Dios cuidará la vida de su pueblo, Dios dará la salvación: de lo más pequeño, Dios esta dispuesto a hacer grandes cosas. 


    Esta fe, la fe que todo cristiano lleva en su corazón, nos lleva a tener la confianza en Dios, puesto que al misterio de Dios se puede acceder solo por la fe. En esto sobre sale San José (definido por su fe con el apelativo de “Justo”).


    Nos resulta complicado pensar que nosotros tenemos alguna oportunidad ante los grandes hombres de nuestra Iglesia. Pensamos que nosotros somos lo peor, que nunca estaremos a la altura de los santos. Pero no es así, puesto que laa fe de José tiene rasgos de nuestra propia fe: 


    • Primero que nada, José está dispuesto a seguir el camino confiando en el proyecto que Dios tiene para él. También a nosotros Dios nos confía un camino a seguir. 
    • Ser salvados (promesa del Mesías en el hijo que espera María) no significa que el camino será fácil, exigirá la disponibilidad de cada uno de nosotros de dejarnos moldear en nuestros pensamientos, proyectos y opciones de vida. 
    • El que es justo, permanece anclado en Dios. 
    • Es obediente: está dispuesto a renunciar a María, pero luego la acoge en su casa, siguiendo la voluntad de Dios, no la suya. 


    Podemos decir que Dios le quita a María, pero se la vuelve a dar de una manera más sublime, y él la recibe como don de Dios. La encuentra distinta y la acoge bajo una nueva luz, con amor delicado, respetuoso, desinteresado. Dios quiere que le demos nuestra fe, para que Él nos la entregue más completa, sublime.


    No permitamos que los signos de Dios pacen desapercibidos en nuestra vida. Nos los rechacemos como Acaz, por temor de que Dios haga de nosotros hombres nuevos, dispuestos a recibir al Salvador. Que nuestra fuerza se vea restaurada para que se suscite en nosotros una fe tan obediente como la de San José, confiados en que el Señor es ese Emmanuel, aquel que esta siempre con nosotros.


Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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