12 noviembre, 2024

 Jueves III Tiempo de Adviento 


Is 54, 1-10

Sal 29

Lc 7, 24-30


    Las palabras que nos dirige el profeta Isaías, en la primera lectura, es un precioso canto de amor entonado por el Señor, recordándole que estará siempre para su pueblo. Este poema está lleno de imágenes sorprendentes.


    Dios es el esposo fiel; Israel, la esposa mal agradecida, que se ha apartado del amor de su amado, que le ha sido infiel y, por ende, ha tenido que vivir sumergida en medio del dolor, del abandono, de la vergüenza. Sin embargo, en su infinito amor, el Señor la invita a volver a su amor. Lo mismo sucede con nosotros: muchas veces nos hemos apartado o aprovechado de ese amor, pero el Señor vuelve a abrir los brazos de su misericordia para que volvamos a Él.


    Si decidimos volver, nuestra vida recobrará sentido: ya no seremos estériles, sino que estaremos llenos de vida; ya no pasaremos vergüenza, sino que estaremos orgullosos de todo lo que Él ha hecho en nuestra vida; ya no viviremos sumergidos en el dolor, sino que saltaremos de gozo y alegría en el Señor. Con este lenguaje tan sencillo, Dios nos quiere mostrar los planes que tiene para cada uno de nosotros.


    Dios nos garantiza su amor eterno: “Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz quedará firme para siempre. Lo digo yo, el Señor, el que se apiada de ti”. La iniciativa siempre viene de Dios; Él es el que nos ama primero y su amor permanecerá por siempre.


    En este tiempo de Adviento, continuamente se nos hace la invitación de retornar a Dios, de volver con determinación a su camino, de abandonarnos completamente a su amor, como una esposa fiel, dispuesta a dejar atrás todas aquellas distracciones extramatrimoniales que ha vivido.


    Porque, ¿quién de nosotros no se siente necesitado de ese amor? ¿Quién de nosotros se ha quedado estancado en su “hombre viejo” y no ha permitido que aflore en él el “hombre nuevo”? ¿Quién de nosotros no se ha desviado de los caminos de Dios y se ha olvidado de su amor? Todos le hemos sido infieles a Dios, todos le hemos dado la espalda. Él lo sabe, pero nunca se apartará de ti, sino todo lo contrario, permanecerá fiel.


    Hemos, pues, aprender de la figura del Bautista, el cual es un modelo para seguir. Si nos comparamos con él, ¿podemos asegurar que somos personas de carácter, que no se doblegan por las tentaciones del mundo que nos rodean? ¿Somos siempre sinceros para con Dios y sabemos corresponder a su amor?


    Tenemos mucho que aprenderle a Juan, el cual nos da una lección de su honradez, puesto que no se buscó a si mismo, ni sintió alguna envidia por los éxitos del Señor, sino todo lo contrario, sabía que “él tenía que disminuir, para que el Maestro creciera” (cfr. Jn 3, 30).


    Es hora de regresar a casa. Es tiempo de volver al amor de Dios. No dejemos pasar esta oportunidad; mañana puede ser muy tarde. Démonos cuenta de todo lo que el Señor nos ofrece por medio de su amor. No mendiguemos amor cuando el amor que necesitamos lo tenemos en el Maestro. Él vuelve a reafirmar su Alianza de amor por nosotros. ¿Te animas a responder a ella?

Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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