Sábado de la XXXIV semana Tiempo Ordinario
Dn 7, 15-27
Dn 3
Lc 21, 34-36
El día de hoy continuamos la visión que empezamos a leer ayer. A Daniel le preocupa, pero a la vez le interesa, saber el significado de las cuatro bestias, sobre todo la cuarta, aquella que era más terrible, que parece que lucha contra los santos y los derrota.
Recordemos que el libro del profeta Daniel fue escrito en el siglo II A.C. y se escribió para que llegará a aquellos que sufren la persecución del rey Antíoco. Este último rey, que blasfema, que es cruel, solo durará en el trono tres años y medio, es decir, la mitad de siete, y el número siete, en la Sagrada Escritura, es el número de la perfección.
En esta ocasión se nos presenta una lección muy clara: el autor quiere dar ánimos, infundir en el pueblo la esperanza para que se den cuenta que, la última palabra, no la tendrá el rey Antíoco, el cual ha querido “aniquilar a los santos y desea cambiar el calendario y la ley”.
Traigamos a nuestra memoria que el rey Antíoco había prohibido al pueblo judío la celebración de los sábados y las fiestas judías. De hecho, impuso el calendario helénico. Todo esto nos muestra la intención del rey por paganizar las costumbres del pueblo. De ahí que muchos judíos quieran mantenerse fieles a la fe de sus mayores, como ya lo hemos visto la semana pasada en el libro de los Macabeos.
Ahora bien, lo importante de todo esto es que Dios sale victorioso en la lucha contra el mal y, por ende, todos aquellos que han sabido mantenerse fieles, recibirán la corona de la gloria. Estas palabras, al igual que al pueblo judío, vienen a ser para nosotros palabras de ánimo para perseverar y seguir en el camino, aún con todas aquellas tentaciones que se nos presentan. De aquí, pues, que surja la última recomendación de Jesús en su “discurso escatológico”: “Estén siempre despiertos”.
¿Te imaginas que no existieran los despertadores (alarma despertadora)? Vamos a imaginarnos que no existen estos artefactos. ¿Serías capaz de despertar por tu propia cuenta para llegar puntual a tus actividades? Tal vez exista gente que si logre hacerlo por su propia cuenta, pero la gran mayoría de las personas necesitamos un despertados que nos despierte por las mañanas para llegar a tiempo a nuestras ocupaciones. Pues ese despertador vendrá a ser la esperanza de mantenernos preparados y listos para el día en que el Señor nos llame a su presencia.
Mantenernos despiertos es estar de pie ante Jesucristo, permanecer en vela mientras peregrinamos por este mundo. Nadie sabe el día o la hora. Si lo supiéramos, nos prepararíamos con anticipación. Ahora bien, si no sabemos cuando será esto, ¿no será conveniente que todos los días estemos preparados para presentarnos a Dios?
La vigilancia debe de ser una atención sostenida, una sensata prevención de lo que ha de venir. Así como los animales activan sus instintos y están atentos al ataque de algún depredador, así nosotros hemos de mantenernos despiertos y vigilantes en nuestra vida, para presentarnos al Señor.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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