En su primer domingo como sucesor de San Pedro, el Papa León XIV se asomó este mediodía a la ventana del Palacio Apostólico para rezar el Regina Caeli con los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, en la VI Domingo de Pascua. Con palabras cercanas y profundamente espirituales, animó a todos a confiar en la guía del Espíritu Santo, incluso en medio de la fragilidad humana.
Un inicio con gratitud y humildad
“Deseo ante todo agradecerles por el afecto que me están manifestando”, comenzó el Papa, quien añadió: “Les pido que me sostengan con su oración y cercanía”. A pocos días de haber comenzado su pontificado, el Santo Padre centró su reflexión en el Evangelio del día (cf. Jn 14,23-29), subrayando que la misión cristiana no depende de las propias fuerzas, sino de la misericordia del Señor.
El Espíritu Santo como guía
Recordando las palabras de Jesús a sus discípulos antes de su pasión –«No se turbe su corazón y no tenga miedo»–, León XIV explicó que el Espíritu Santo es quien da sentido y fuerza a la vida de fe: “Este don espiritual permanente arde como un fuego, pero este fuego no se alimenta solo: muere si no se mantiene vivo”.
Dios habita en nuestra fragilidad
Uno de los pasajes más conmovedores de su alocución fue cuando afirmó: “Aunque soy frágil, el Señor no se avergüenza de mi humanidad; al contrario, viene a tomar morada dentro de mí”. Así, invitó a todos a vivir con la conciencia de que somos templo de Dios, portadores de su amor y cercanía, especialmente hacia los pobres, los pequeños y los que sufren.
Llamado a la compasión y a la misión
León XIV exhortó a los cristianos a ser “atentos y compasivos”, recordando que cada persona es también morada de Dios. “Nuestra vida se transforma cuando acogemos esta verdad”, dijo, “y el amor de Dios se expande a través de nuestras decisiones y relaciones”.
Confianza en María, “Dimora consacrata”
Finalmente, el Papa concluyó confiando a todos a la intercesión de la Virgen María, “quien por obra del Espíritu se convirtió en morada consagrada a Dios”. Con ella, aseguró, también nosotros podemos experimentar la alegría de acoger al Señor y ser signo de su amor en el mundo.
Agregar comentario