1 noviembre, 2024

 Miércoles II Tiempo de Adviento 

Is 40, 25-31

Sal 102

Mt 11, 28-30

A lo largo de nuestra vida surgen dificultades. Algunas nos vienen del exterior y otras desde el interior: el cansancio, la desilusión, la confusión, etc. El día de hoy, tanto en la primera lectura como en el Evangelio, se nos habla de aquellos que están cansados, asegurándonos que Dios quiere ayudar a los desfallecidos comunicándoles su fuerza.

Recordemos que Dios está cerca de nosotros, nos conoce y nunca ignora las problemáticas por las que estemos pasando. Él está dispuesto a dar fuerza a los débiles, de sostener a los cansados. Es por eso necesario que depositemos nuestra esperanza en el Señor, ya que Él “renuevan nuestras fuerzas; correremos y no nos cansaremos, caminaremos y no nos fatigaremos”.

El Salmo nos ayuda a completar mejor está imagen de Dios: “el Señor se preocupa de los suyos, los perdona, los cura, los rescata de la fosa, puesto que él está lleno de gracia y ternura… el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia”.

Pero nadie mejor para manifestar la cercanía de Dios que su Hijo amado, Jesucristo: en Él encontramos una cercanía llena de misericordia y compasión. Sus palabras son un cántico de esperanza: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré”.

Jesús hace milagros al por mayor, predica portentosamente, anuncia la alegría del Reino; pero, sobre todo, Él atiende a los que sufren, a los que han perdido el rumbo, a los pobres y débiles, a los que la sociedad ha marginado, a los pecadores.

El corazón de Jesús está lleno de amor y bondad. Quiere liberar a todos de los males que los acechan. Él nunca pasa de largo ante quien lo necesita. Lo suyo es liberar de la angustia, recobrando en los hombres la esperanza de vivir. Cristo ofrece la paz a los que son zarandeados por la fuerza del maligno.

En esta vida es normal que, con el tiempo, nos vayamos agobiando. Somos débiles, nos cansamos de muchas cosas: de trabajar largos jornales para llevar el sustento a nuestro hogar; nos cansamos de esperar; nos agobiamos por que la pandemia no llega a su fin; nos bloqueamos por el pesimismo, el materialismo, las pasiones, los rencores, etc.

En este tiempo de Adviento se nos invita a confiar en Dios. El Señor vino y seguirá viniendo a nuestra historia personal para sanarnos y llenarnos de fortaleza, para desatarnos de los miedos, de la esclavitud del pecado, de las angustias de la vida. Pero tenemos que hacer lo que Él nos pide: “Vengan a mí”. Si acudimos a Él, encontraremos la paz interior, serenidad y fuerzas para seguir nuestro camino.

Que el Señor nos conceda la gracia de volver nuestro corazón hacia Él; que tengamos la confianza y certeza de que, acudir a Jesús, es lo mejor que podemos hacer para recuperar nuestra esperanza y así podamos seguir anunciando a todos que el Señor viene para salvarnos.

Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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