26 julio, 2024

Hoy, domingo XXXIV del tiempo ordinario, la Iglesia Católica celebra la “Solemnidad de Cristo Rey”, o, como también se le designa, la “Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo”.

Dice el Evangelio: “Yo soy Rey. Para esto nací, para esto vine al mundo, para ser testigo de la Verdad” (Jn 18, 36-37).

Con la Solemnidad de Cristo Rey, la Iglesia Católica concluye el Año Litúrgico recordando a los fieles y al mundo entero que nada -persona o ley humana- está por encima de Dios. Cristo es Señor del tiempo y de la historia, como es Señor de todo lo creado.

Sentido de la celebración

La Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, fue instituida por el Papa Pío XI en 1925. Con ella, la Santa Madre Iglesia quiere que volvamos los ojos a Cristo, rey bondadoso y sencillo, y nos dejemos conducir por Él, que como buen pastor guía a la porción de la Iglesia que peregrina en la tierra hacia su destino final: el Reino de Dios.

Cristo Rey convoca hoy nuevamente a instaurar su reino en la tierra, haciendo que el mundo se vaya transformando según el Plan divino de amor. Esa tarea empieza por dejar que sea Cristo quien reine en cada corazón.

No debe olvidarse, además, que la posibilidad de alcanzar el Reino de Dios ya fue ganada por Jesucristo, y que esta se preserva en la Iglesia y gracias a la Iglesia. Es decir, la victoria es siempre posible, la puerta está siempre abierta. Como garantía de ello está el Espíritu Santo, a quien Cristo encomendó conceder las gracias necesarias para lograr la santidad y transformarlo todo en Dios.


Cristo Rey anuncia la Verdad y esa Verdad es la luz que ilumina el camino amoroso que Él ha trazado, con su Vía Crucis, hacia el Reino de Dios. “Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”(Jn 18, 37) Jesús nos revela su misión reconciliadora de anunciar la verdad ante el engaño del pecado. Así como el demonio tentó a Eva con engaños y mentiras para que fuera desterrada, ahora Dios mismo se hace hombre y devuelve a la humanidad la posibilidad de regresar al Reino, cuando cual cordero se sacrifica amorosamente en la cruz.

Esta fiesta celebra a Cristo como el Rey bondadoso y sencillo que como pastor guía a su Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le otorga la comunión con este Reino para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina.

La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el amor. Ésa es la misión que le dejo Jesús a la Iglesia al establecer su Reino.

Se puede pensar que solo se llegará al Reino de Dios luego de pasar por la muerte pero la verdad es que el Reino ya está instalado en el mundo a través de la Iglesia que peregrina al Reino Celestial. Justamente con la obra de Jesucristo, las dos realidades de la Iglesia -peregrina y celestial- se enlazan de manera definitiva, y así se fortalece el peregrinaje con la oración de los peregrinos y la gracia que reciben por medio de los sacramentos. “Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”(Jn 18, 37) Todos los que se encuentran con el Señor, escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino se convierten en miembros del Reino de Dios.

“Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tu me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos si están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. …No te pido que los retires del mundo, sino que los guarde del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.” (Jn 17, 9-11.15-17)

Ésta es la oración que recita Jesús antes de ser entregado y manifiesta su deseo de que el Padre nos guarde y proteja. En esta oración llena de amor hacia nosotros, Jesús pide al Padre para que lleguemos a la vida divina por la cual se ha sacrificado: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.” Y pide que a pesar de estar en el mundo vivamos bajo la luz de la verdad de la Palabra de Dios.

Así Jesucristo es el Rey y el Pastor del Reino de Dios, que sacándonos de las tinieblas, nos guía y cuida en nuestro camino hacia la comunión plena con Dios Amor.

¡Feliz Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo!
¡Que viva Cristo Rey!

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