27 julio, 2024

 Tiempo de Adviento: 24 de Diciembre
(ferias mayores)

II S 7, 1-5. 8-12. 14. 16
Sal 88
Lc 1, 67-79

 

Hemos llegado al final del Adviento (litúrgicamente hablando). Nos encontramos en las vísperas de celebrar la Natividad del Señor y su Palabra, que resuena en toda la Iglesia, actualizan las profecías mesiánicas, invitando a todo cristiano a alabar y dar gracias a Dios por “haber puesto su morada entre nosotros” (cfr. Jn 1, 14) y así haber derramado su bendición sobre todos aquellos que yacían en las tinieblas.

Llegado a este día, hemos de preguntarnos: ¿cómo vivimos este día? ¿Cómo nos preparamos para celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios? ¿Nuestro corazón está preparado para encarnarlo en sí mismo? ¿Valió la pena vivir todo este tiempo de preparación para este momento?

La venida histórica del Mesías nos confirma el gran amor de Dios y como ha elegido establecer su casa entre nosotros por medio de Jesucristo. Él mora con su pueblo, no de modo pasajero o superfluo, sino de una manera estable. Si en el Antiguo Testamento, como lo hemos visto en la primera lectura, el lugar ideal de la presencia del Señor era el templo, la tienda o el arca de la alianza, ahora su presencia visiblemente la podemos contemplar en Jesucristo, su Hijo amado.

Dios nos envía a su Hijo para que, al igual que Zacarías, rompamos el silencio de la incredulidad con la alabanza de nuestra fe y esperanza.

En el hermoso cántico que hemos escuchado en el Evangelio de Lucas, en labios del anciano Zacarías, lleno del Espíritu Santo, se hace presente la bendición de Dios y cómo ha visitado a su pueblo. El Señor inaugura una nueva alianza, cuyo precursor será Juan Bautista.

Este cántico se divide en dos partes: en la primera, se resume toda la historia de la salvación, donde  se resalta la misericordia de Dios por medio de su alianza; la segunda se centra más en San Juan Bautista, “el profeta del Altísimo”, el cual, esta destinado a preparar los caminos del Señor por medio de su predicación, anunciando a todos la salvación que está por venir en la persona de Jesús.

Como David, tenemos que recordar que no somos nosotros los que le hacemos un favor al Señor al celebrarlo esta Navidad, sino que es Él quien nos envuelve en su amor, Aquel que nos visita, que nos redime y salva. Es el Señor quien desde el principio ha pensado en nosotros. Todo lo que se nos ha anunciado a lo largo del Adviento está por cumplirse esta noche.

Ahora bien, vale la pena que también nosotros aprendamos de Zacarías a entonar un cántico de alabanza a Dios, ya que continuamente estamos recibiendo sus dones. Aprendamos a vivir enteramente estos días en su presencia, llenos de confianza y de fidelidad al gran amor que Él nos tiene.

Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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