Santa Regina, santa del año 200, originaria de lo que hoy es Francia, fue una niña fuerte quien, a pesar de la tortura y la muerte, permaneció fiel a Dios y conservó su pureza para él.
A sus 16 años fue decapitada y encerrada. Se dice que durante su ejecución apareció una paloma blanquísima que se posó sobre ella. Esto fue considerado como un signo de la presencia del Espíritu Santo fortaleciendo a la Santa. Su muerte suscitó innumerables conversiones entre quienes la acompañaron hasta el momento final, y entre quienes tuvieron noticia de su sacrificio.
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