Jueves I Tiempo de Adviento
Is 26, 1-6
Sal 117
Mt 7, 21. 24-27
Frente al peligro, un niño, corre a protegerse a los brazos de su madre o de su padre. Es un instinto humano que en los momentos de dificultad busquemos refugio en un lugar o una persona. Que reconfortante es saber que podemos contar con alguien a quien podemos acudir en los momentos más complicados de la vida, ya sea un familiar, un amigo, tu pareja, un sacerdote, etc.
Porque cuando llegan las fuertes lluvias a nuestra vida, lo que buscamos es estabilidad, buscamos buenos cimientos que nos ayuden a mantenernos en pie frente a las inclemencias que muchas veces tenemos que soportar. ¡Nadie quiere ser destruido por los embates del diario vivir!
Es por eso que el Señor, el día de hoy, nos da la “fórmula” para permanecer firmes, para evitar que alguna fuerte corriente arrastre con nosotros: ¡Cumplir su voluntad!, porque si la cumplimos estaremos edificando nuestra vida en roca, es decir estaremos preparados para soportar los golpes que muchas veces recibimos en los distintos círculos donde nos desenvolvemos: la escuela, el trabajo, la familia, la sociedad…
Es hora de darnos cuenta que verdaderamente “tenemos una ciudad fuerte”, tenemos ese lugar seguro que muchas veces buscamos sin darnos cuenta que siempre ha estado ahí. Exite un lugar en el que podemos refugiarnos en los momentos de dificultad, un lugar donde estaremos a salvo de las amenazas de los enemigos que nos topamos en el camino. Ese lugar tan especial, es sin duda alguna, cuando estamos frente al Señor.
En tiempos fuera de la pandemia, quizá podíamos identificar esos lugares con más facilidad, una Hora Santa, frente al Sagrario en algún templo, un oratorio, etc. Sin embargo, en la situación que estamos viviendo, estamos llamados a buscar ese lugarcito especial, un lugar que siempre ha estado al alcance de nuestra mano.
En algún momento dijo Jesús: “cuando ores, entra en tu cuarto y ora a tu Padre que está en lo secreto“ (Mt 6, 6), es decir, el encuentro con Jesús, con el Padre, con el Espíritu Santo, se da cuando te das la oportunidad de invocarlo, de platicarle, de confiarle tu vida, estés donde estés. Eres capaz de crear tu propio lugar seguro junto con Dios, porque el Señor es nuestra fuerza.
Estamos viviendo tiempos difíciles, pero no lo olvides, tu fuerza es el Señor para siempre. Que no pase un día sin que te acerques a ese lugar seguro, para reparar las fuerzas, para sentirte protegido, confiado, amado. No dejes pasar esa oportunidad, no dejes que los acontecimientos derrumben tu vida, mejor invoca al que es la Vida y dale un sentido distinto a los acontecimientos.
Haz del Señor tu fortaleza y aunque vengan las lluvias, como muchas veces decimos, aunque nos llueva sobre mojado, el Señor evitará que nos caigamos. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el que busca refugiarse siempre en Dios!
Pbro. Joaquín Alberto Romero de la Huerta
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