12 diciembre, 2024

 Jueves de la  XXXIII semana Tiempo Ordinario

I M 2, 15-29
Sal 49
Lc 19, 41-44

Dios ha querido ser participe de la historia del hombre y, de una manera progresiva, se hace presente en su vida. Después de haberlo creado, a pesar de que fue expulsado del paraíso por desobediencia, nunca lo dejó sólo. Por medio de los Patriarcas, los Jueces, los Profetas se fue manifestando a su pueblo.

El Señor eligió al pueblo judío para que fuera su pueblo. Desde el principio (tras haberlos liberado de la esclavitud del Faraón en Egipto) pactó con ellos una Alianza. En ella, se comprometió a ser su Dios y ellos decidieron ser su pueblo (cfr. Jr 30, 22). Por medio de Moisés, les señaló el camino que debería de seguir, y algo que solicitó a su pueblo desde el principio fue el que no adoraran a falsos dioses: “No adorarás a ningún otro dios” (Ex 34, 14).

Hoy, en la primera lectura, contemplamos como el rey Antíoco manda a los judíos a ofrecer sacrificios que no podían realizar. Muchos, yendo en contra de su voluntad y de Dios, realizaron estos sacrificios. Sin embargos, otros se negaron a está obligación.

Una vez más contemplamos a un hombre que no se deja intimidar por el rey Antíoco y va en contra de su mandato: Matatías. Matatías, como un excelente judío, junto con toda su familia, no acepta el mandato del rey. De hecho, es muy bello y contundente lo que dice: “¡Dios nos libre de abandonar nuestra ley y nuestras costumbres! No obedeceremos las órdenes del rey ni ofreceremos sacrificios a los ídolos…”.

En la actualidad, podemos encontrarnos con mucha gente que no siempre obra de acuerdo con el Evangelio. Personas que se apoyan en la afirmación: “Si todo el mundo lo hace, ¿por qué yo no puedo?”. Vivimos un tiempo donde las personas justifican todos sus actos para no hacerse responsables de sus consecuencias. Por ello, ante esta afirmación, deberíamos de mostrarnos contrarios, dejar bien en claro que “nosotros no somos todo el mundo”, que nosotros, como Matatías, queremos permanecer fieles al Señor.

Dios, al llegar la plenitud de los tiempos, nos envió a su Hijo (cfr. Gal 4, 4) para mostrarnos el camino que conduce a la vida. Muchos cristianos nos hemos involucrados en esta situación: somos obligados a renunciar a la vida, a los valores, a nuestra misma fe. Preferimos darle la espalda a Dios, antes de ir en contra de los hombres. Hemos perdido el temor a Dios por temerle al hombre: ¿qué nos pasa como humanidad?

Por eso, Jesús llora. Sus lagrimas salen de lo más profundo de su corazón. Ya no solo llora por Jerusalén, sino que llora por todos nosotros. El Maestro nos ha ofrecido su luz, su amor, el camino que nos conduce a la plenitud de la vida, nos perdona y acoge. Desafortunadamente muchos de nosotros lo seguimos rechazando, le damos la espalda.

A pesar de que infinidad de veces nos hemos negado a seguirlo, Él continúa saliendo a nuestro encuentro. Nunca es tarde para volver a Dios. Este día se presentará una nueva oportunidad para regresar a Él. Evidentemente no te forzará, sino que será paciente a que tú lo elijas.

Si reconociéramos aquello que nos guía hacia la paz, sin duda alguna optaríamos por ello siempre. Pues te tengo una buena noticia: yo sé quién te puede conducir a la paz verdadera, a la plenitud de la vida, a la felicidad entera: Dios. Permitamos que nuestros ojos estén abiertos para contemplar al Señor y seguir sus pasos. Animémonos a no darle las sobras al Señor, sino a entregarnos totalmente, puesto que Él lo sigue dando todo por nosotros.

Pbro. José Gerardo Moya Soto

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Pbro José Gerardo Moya Soto

"Que la homilía pueda ser «una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento» (Evangelii gaudium 135). Cada homileta, haciendo propios los sentimientos del apóstol Pablo, reaviva la convicción de que «en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones» (1Ts 2, 4)". Directorio Homilético 2014 (Decreto)

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