Juan Vianney nació como campesino en Dardilly, Francia, en 1786. De joven, Juan pastoreó ovejas en la finca de su padre. Fue durante la Revolución Francesa, y era ilegal para los católicos asistir a Misa en ese tiempo. Pero la familia Vianney viajaban largas distancias cada domingo para rezar en secreto. Por esto, el joven Juan veía a los sacerdotes como gente particularmente heroica. Aun después que la revolución terminó, cuando la religión pudo ser practicada abiertamente de nuevo, Juan se sintió atraído a la vocación al sacerdocio.
En 1809, el gobierno francés lo reclutó al ejército para combatir una guerra para Napoleón. Aunque él ya estaba involucrado en estudios religiosos y debió haber estado exento de ese servicio, se necesitaban soldados.
Le era tan difícil aprender el latín que casi reprueba sus estudios. Sin embargo, el obispo, al ver la bondad de Juan, lo ordenó en 1815.
Pronto Juan se convirtió en sacerdote de parroquia o cura, en Ars, Francis. No tenía don para aprender. Pero él sí tenía el don de entender lo que estaba en los corazones y mentes del pueblo. ¡Eso hacía de él un gran confesor!
Así que gente de toda Francia venía a Ars a pedirle a Juan que escuchara sus confesiones. A veces él pasaba hasta 16 horas al día escuchando a la gente confesar sus pecados. Por medio de Juan, el amor y la misericordia de Dios llegaba a estas personas.
Después, Juan estableció un hogar y escuela para niños abandonados y huérfanos. Él estaba muy preocupado que a raíz de la guerra, mucha gente en Francia no tenía verdadera educación religiosa, y él usaba sus homilías para tratar de enseñar sobre la fe.
Por 41 años, Juan sirvió en la pequeña parroquia de Ars. Luego el 4 de agosto de 1859, a la edad de 73, murió. Por toda Francia, la gente conocía al Cura de Ars como un santo. Tenía poca educación, pero tenía mucho amor, y miles de personas asistieron a su funeral. Fue canonizado en 1925 y es el santo patrón de los sacerdotes.
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